Para
estimular la reproducción de primates en algún
zoológico del mundo, se le proyectaron a los chimpancés
películas eróticas XXX con humanos. El resultado
fué exitoso, el estímulo funcionó. Si
eso pasa en los chimpancés, ¿qué no pasará
con los humanos? La respuesta existe desde que existe el cine.
La seducción de mirar al otro, sentado en una butaca
el espectador espía actos de intimidad absoluta , y
se llevará estímulos y fantasías a su
propia intimidad. Pero el cine erótico, (mal categorizado
por la mojigatería, de pornográfico), no sólo
cumple con la perspectiva sexual, también es un producto
cultural auténtico y único.

El cine de Isabel Sarli y Armando Bó,
es uno de los cines de autor más coherentes y representativos
que se puedan encontrar. Coherencia en el tratamiento de los
temas, ritmo de narración, actuación, ideología,
y representación. A la vez, la coherencia de su iconografía
en la explotación gráfica de los afiches, con
las películas, es notable. Un cine único, definitivamente
argentino, y de proyección internacional gracias a
un director, Armando Bó, y a un monumento, Isabel Sarli.


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